Usar el «jump scare» no es malo, pero abusar de ello o alargar las escenas para no terminar en nada, sí lo es. Eso lo vamos a ver en SESIÓN 9, film que se queda en el camino del «pudo ser». ¿Por qué será que nos gusta asustarnos? Supongo que será por la adrenalina, pero si es en el cine, esperamos un poco más, una historia, un final o algo que nos saque del letargo para abandonar el aburrimiento. Con esta cinta no estaría pasando eso.
Les cuento la premisa: un empresario necesita limpiar un hospital psiquiátrico que fue cerrado para remodelar y entonces contrata a unos hombres para ese trabajo. Este grupo recorrerá los pasillos del hospital sin saber que el viejo edificio dejará caer sobre ellos todo su pasado para lograr hacerlos poner en duda su juicio y que se enfrenten unos a otros más allá de los problemas que ya acarreaban sobre sus hombros.
Estos dilemas se enredarán con las historias de viejos pacientes y algún que otro asesinato.
Dicha la premisa, pasemos al análisis. SESIÓN 9 toma prestada una idea usada ya, hasta el hartazgo y cuando esto sucede, si quieren hacerlo bien, deben realizarla a la perfección (tipo EL CONJURO, bah). El director Brad Andersen propone anteponer el miedo al guión y la sensación de encierro al desarrollo del film, privando al espectador de una experiencia que pudo haber conseguido si lo hubieran hecho de una manera distinta, lo que la convierte en una película «de intenciones». El suspenso, el cual está manejado de forma superficial, no logra sumar nada a la trama y por momentos se hace tedioso el nerviosismo que suelen tener esas tomas interminables en lugares con poca iluminación.
El punto a favor yace en los dramas personales que tienen cada uno de los trabajadores y cómo estos pueden incrementar la inseguridad a la hora de llevar a cabo un trabajo. Las actuaciones son, apenas correctas y en el elenco está el «Horacio» de la serie C.S.I, Dave Caruso y Peter Mullan (Ozark).
En fin, otra idea que no tiene la mejor ejecución y que mete poco miedo. La podés ver en Netflix.