Nacido en Cuba en 1965, Jorge Perugorría es una súper estrella en su tierra pero para nosotros no es tan conocido. Seguro vieron cintas como «Fresa y Chocolate», «Siete días en al Habana» y «Che», esta última dirigida por Steven Soderbergh. Hoy nos centraremos en una producción que podemos admirar en Netflix, la miniserie «Cuatro estaciones en la Habana», que, casualmente posee en 4 capítulos: «Vientos de Cuaresma», «Pasado perfecto», «Paisaje de otoño» y «Máscaras». Basados en los 4 libros de Leonardo Padura.
«Cuatro estaciones…» es una serie policial cubana de corte «noir»del año 2016 donde el policía, Mario Conde (Perugorría) y su compañero Manolo (Carlos enrique Almirante) trabajan en La Habana resolviendo los crímenes que encierra esa ciudad. Mario andará luchando por resolver su vida amorosa, social y laboral. Tiene una profunda crisis personal, ya que ansía con todas sus ganas convertirse en escritor y no está para nada conforme con la corrupción que alcanza a ver a su alrededor. El tiempo que pasa con sus amigo es un elixir que le hace menos dura su vida, beben ron y escuchan Creedence Clearwater Revival charlando de todos sus dramas personales.
Ambientada en los años 90, la serie es un retrato perfecto de lo que Cuba era en esos tiempos, apreciamos su gente, su pobreza, sus paisajes y su música. Nos adentramos en una ciudad que oculta secretos bañados de política, opiniones y pensamientos que desnudan la idiosincrasia del momento histórico, plasmado en sus 4 capítulos, los cuales son dignos de los mejores policiales franceses o de revistas como «El Tony», «Dàrtagnan» o «Nippur» (ojalá las hayan leído).
Los protagonistas muestran su descontento en cuanto a la situación que La Habana está atravesando y se sienten sin esperanzas respecto a un cambio mejor, se los nota pesimistas y totalmente resignados a vivir en una situación desfavorable. La serie apuesta a enseñarnos la riqueza de los paisaje habaneros, pero también está el costado pobre de la ciudad, que con sus imágenes nos presenta tomas que nos harán conocer lo que allí se vivía. A no perderse el tercer capítulo donde Mario Conde investiga la muerte de un chico gay y se sumerge en el submundo travesti donde se pueden apreciar las miserias de estas personas, es un capítulo crudo pero por demás interesante.
El fuerte de la serie es la ambientación y la combinación de personajes que van apareciendo a medida que avanzan los minutos. Las hermosas playas se contraponen con las calles antiguas y sus autos de mediados del siglo XX, factores que son muy bien aprovechados por el director de fotografía, quien logró en los atardeceres cubanos presentarnos imágenes tamizadas con naranjas y colores vivos resultando en una amalgama acorde a los relatos policiales que llevan la conducción de la serie.
Obviamente no faltará el romance en la vida de Mario; amores y desamores que aparecerán para, en algunos casos, nublarle el juicio a la hora de tomar decisiones sobre los casos en los que trabaja. Sus compañeros se darán cuenta de esto e intentarán frenar sus conquistas pero él hará caso omiso a esas advertencias. Las actuaciones son todas excelentes y Jorge Perugorría se luce en el papel del sombrío detective que lucha entre el bien, las tentaciones, la corrupción, el engaño, la bebida y la resolución de las muertes que le encargan resolver.
Lo único para reprochar es el arranque de los capítulos, son algo pausados y tienden a presentar los hechos y personajes en todos sus detalles quitándole algo de acción y misterio a la trama. «Cuatro estaciones…» ha sido bien recibida por el público y la crítica, poniendo de nuevo a Cuba en el primer plano y haciendo sonar las campanas para que sepamos que el mundo no es sólo Hollywood.