«…Desde esa noche mi mandala acude a mi llamado apenas se encienden las primeras luces de la farándula, y aunque el sueño no venga con él, y su presencia dure un tiempo que no sabría medir, detrás queda la noche desnuda y rabiosa…» Este es un extracto del poema «Background» de Julio Cortázar, y me parece que describe bastante bien el periplo que recorre el protagonista principal de La Dolce Vita, el gran Marcello Mastroiani. Cuesta analizar esta verdadera joya del séptimo arte sin emocionarse, pero haré el intento. Debo aclarar que para mi, esta película es para el cine, lo que la Mona Lisa es para la pintura.
En primer lugar, veamos de qué se trata este clásico. Narra las peripecias de Marcelo, un reportero con mucho carisma que pulula por las calles de Roma mientras saluda y coquetea con todo el mundo, mujeriego de raza y conquistador, sólo desea vivir el presente, más allá de las consecuencias que eso puede traer. Lo seguiremos durante siete días y siete noches, viviremos su esencia, sus fortalezas, sus encuentros con personajes extravagantes, como salidos de un circo dirigido por García Márquez y Roberto Arlt.
El director, Federico Fellini ha sabido relatar y retratar de manera magistral la noche romana, acumulando diferentes segmentos de lo que acurre allí, representando los sueños de la clase alta y los triunfos de las personas comunes y corrientes, como si estuviera tomando por bandera al sincretismo. Hay un valor explicativo tan grande en sus escenas que podemos ver a Marcelo pasando la noche con una gran estrella en un cuarto de poca monta prestado por una prostituta, o la falsa aparición de la virgen avistada por un par de niños que acapara la atención de todo el pueblo y de los medios de comunicación.
Es ahí donde vemos la riqueza de la trama, siempre se hace día, siempre se hace de noche, pero Marcelo no se cansa, duerme poco, apenas si tiene tiempo de apreciar lo que le sucede, que ya debe afrontar otra gran historia. Por nombrar algunas más: el reencuentro fugaz con su padre, quien decide jugar un papel de galán maduro; participar de fiestas subidas de tono; discutir con hombres intelectuales sobre lo mundano y lo espiritual de cada ser humano.
Seguro surgirán objeciones a su comportamiento, ya que Marcelo no es perfecto, mantiene a rajatabla la hipótesis de la constancia, es impulsivo, enamorado de la vida y charlatán; aún así logramos ingresar en su mundo y comprenderlo, es más, hasta deseamos acabar con nuestros miedos, como él lo hace y aprovechar cada momento, morimos por ser él durante un par de minutos, como en esa mítica escena de la Fontana Di Trevi, en la cual besa a Anita Ekberg convirtiendo la noche en día….momento sublime en la historia del cine.
«La Dolce Vita» es comedia pero es drama, es una evolución hacia lo absurdo, un desfile de odiseas constantes que no llegan a conseguir un fin, un camino destinado a finalizar en nuestras más profundas percepciones, un viaje de ida que nos llevará a apreciar el cine en todo su esplendor. En algún momento de la cinta sentiremos algo parecido a una confusión, pero como todos lo caminos conducen a Roma, esas imágenes que divagan por nuestras retinas, se unirán formando un objeto único armonizado, digno de ser admirado por varios años. Todo esto acompañado por la belleza musical de Nino Rota.
Marcello Mastroiani nos regala una de las 4 o 5 mejores actuaciones de todos los tiempos y Fellini no deja escapar ni un detalle, por tal motivo, se aprovecha cada rincón de Roma, esta ciudad es tan o más importante que los protagonistas del film. No hay ninguna necesidad de apelar a entidades superiores para entender los capítulos de La Dolce Vita, sigamos su sendero que tan bien construido está, fortalecido por el talento de sus intérpretes, quienes ejecutando cada uno un instrumento distinto, logran hacer sonar una sinfonía sin falla alguna. No quiero extenderme más porque sólo sería redactar líneas de admiración hacia Fellini y su obra. Espero que te haya gustado esta reseña, y como siempre (o casi), te dejo el tráiler a continuación.