Siempre que uno se refiere al citar a Louis Althusser, filósofo francés, tiene que hacer la mención que asesinó a su esposa; lo mismo sucede con Roman Polanski; cada vez que alguien intenta hacer un comentario sobre su cinematografía debe aclarar que se encuentra prófugo de la justicia estadounidense por el delito de violación.
¿Siendo este punto más que relevante en lo referido a su última película? En algún punto sí, porque se entremezcla todo, pero ciertamente se asemeja a cuando era responsabilizado por parte de la prensa; y luego, por la opinión pública, de manera injusta, del crimen de Sharon Tate en 1969; por haber filmado La semilla del diablo que demostraba que él estaba confabulado con el diablo, ya que dicho crimen parecía una ceremonia satánica.
La percepción que tiene Polanski es que la visión social que recae sobre él comenzó allí, con aquel trágico asesinato, el de su esposa.
No es el primer film en el cual el director refleja su pasado en la pantalla grande, ya que su infancia transcurrió en el gueto de Cracovia alejado de su núcleo familiar, hecho que se puede apreciar en El pianista (2002), su pasado utilizado en su obra; pero en J´accuse-El affaire de Dreyfus (2019), basado en el caso de Alfred Dreyfus, uno se encuentra ante el film que más se acerca a la visión que tiene de sí mismo Polanski respecto a las vicisitudes que aquella condena lo persiguió y marginó socialmente; sentencia social, y en algunos caso continuó, que lo siguió persiguiendo hasta que encontraron a los verdaderos culpables, el clan Manson.
¿Es la primera clave para verla? No; Polanski niega que su cine sea usado de terapia, pero es un buen punto de acercamiento desde ese lugar; lo cual, resulta más que interesante como análisis de una mentalidad reflejada en el cine. En una entrevista Polanski ha señalado estar familiarizado con los mecanismos de persecución; mecanismos que tanto ha sufrido él como Dreyfus ciertamente.
Luego, el guion; respeta la historia fidedigna de los hechos, basándose en la novela del coguionista Robert Harris (el otro coguionista es Roman Polanski) sobre el caso en cuestión; Un oficial y un espía, publicada en el 2014; que coincide y bastante con la investigación periodística que realizó Émile Zola que luego se recopiló siendo la primera narrativa de No-Ficción a mi entender, su tan celebrado Yo acuso de 1898. Volviendo al guion; si se aleja en otros aspectos, que hacen a la verdadera historia de los protagonistas; por lo cual, uno se acerca a la historia verdadera desde esta visión literaria adaptada al cine, pero a la vez nos muestran las posiciones contrarias que eran las mayoritarias; en donde la opinión pública ya estaba formada y habían encontrado al culpable, no había lugar a una nueva investigación que demostrara la inocencia del acusado y, que a la vez, demostrara la culpabilidad de otro militar dejando al descubierto la conspiración que se había llevado a cabo por parte de los altos rangos militares.
Uno percibe claramente la opinión pública sin que esta se exponga en diálogos durante el film, si a través de gritos y actos masivos de ira, de violencia; siendo algo más visual, enormemente logrado; que lleva a la empatía con el protagonista, Georges Picquart –Jean Dujardin-, quien en busca de la verdad pone en riesgo su carrera y hasta su libertad; y, por conjeturas, que se van develando durante el largo metraje uno comienza a empatizar con Alfred Dreyfus -Louis Garrel– y cierta angustia produce su situación.
La trama tiene su intriga sin llegar a generar un suspenso intenso, pero te mantiene expectante durante sus dos horas y seis minutos de duración; no es en absoluto emotiva, no produce sensaciones de ningún grado más que el de rechazo por las injusticias que se van descubriendo y produciendo.
Es meticulosa en los detalles, nada queda a la libre interpretación, todo tiene un sentido; aunque si se puede pretender un mayor desarrollo de ciertos personajes que quedan como vacíos de todo su contenido y relevancia histórica, estando demasiada centrada en el protagonista, es el fin buscado; todo se basa en sus vivencias, recuerdos y, principalmente, su compromiso con la verdad a cualquier costo, como si fuese un héroe del romanticismo; ese pasado a cual exaltar, en donde sobresale la sinceridad y la entereza de su personalidad marcial; perfectamente encarnado por Jean Dujardin.
La ambientación es perfecta al igual que el vestuario, uno se siente en el final del siglo XIX verdaderamente; mientras la fotografía es excelente, hay fotografías que cuentan la historia por sí solas.
Este tipo de directores se rodean de los mejores para la realización de sus proyectos que nos terminan dando verdaderas obras de arte; y, en el caso de la musicalización cuenta con uno de los mejores compositores de estos tiempos, Alexandre Desplat, que apenas se aprecia su colaboración; su aporte, no luce en el film; una banda sonora que, para disfrutarla, se tiene que escuchar, lamentablemente, por separado.
Lo satisfactorio es que se podrá ver en las salas desde el 19 de agosto de este año, en donde se podrá apreciar mucho mejor la versión de Polanski sobre el Caso Dreyfus.
La Crítica
A FAVOR
- Muy apegada a la historia real
- Gran reconstrucción de la época
EN CONTRA
- La pandemia hizo que pasara desapercibida
Desglose de revisión
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Polanski sigue vigente