Si hay un tema espinoso para la sociedad argentina es la comprensión de su pasado; a veces negado, otras omitido, a veces utilizado y en otras oportunidades se vuelve a revisar de diferentes maneras, y, en esta oportunidad, llega al gran público, desde una película que revive aquel juicio sin precedentes realizado en circunstancias inimaginables, de forma ejemplar.
Argentina 1985, dirigida por Santiago Mitre, nos adentra en el contexto en que se gestó el juicio a las Juntas Militares de la última dictadura militar argentina (1976 – 1983) desde su principio.
La tensión manifiesta en sus principales protagonistas, en donde nadie creía que la violencia había desaparecido como medio para concretar sus fines y, en medio de un clima de amenazas, estos hombres se animan a llevar adelante una tarea extraordinaria.
La película es narrada principalmente desde la óptica del fiscal Julio Cesar Strassera, interpretado por el siempre eficiente Ricardo Darín (El Secreto de sus Ojos). Lo secunda en su dramática epopeya el novato asistente Luis Moreno Ocampo, caracterizado por un cada vez más solvente Peter Lanzani (El Clan).
Como protagonistas secundarios tenemos a la propia familia del célebre fiscal y como fueron su sostén y también motivo de preocupación debido a las amenazas sufridas durante el frenético proceso. La tensión es relativizada por sus familiares quienes reaccionan ante las mismas con una displicencia inusitada; lo cual, merma la tensión del principal protagonista.
Finalmente, se nos presentan las vicisitudes para la conformación de un equipo, ante el poco tiempo y la dificultad de su armado, son donde verdaderamente se centra el guion durante gran parte de la película sin perder el dramatismo por llevar adelante las tareas, las cuales van marcando el ritmo y, de forma paulatina, nos introduce en el horror que habían vivido las víctimas, nos hunde en él, sin poder salir durante el resto de la película; el melodrama queda instalado en nuestras psiquis. No hay forma de no queramos un único final, y ese final llega con una fuerza que nos aliviana de la oscuridad en que nos había introducido. Esa oscuridad son nuestras vivencias pasadas, nuestra historia; iluminados en el incomparable alegato final que retumbará por la eternidad como un eco inmortal de justicia que nos pertenece: Nunca más.
Nunca un título mostró tan claramente las dos grandes variables de la Historia: Espacio (Argentina) y Tiempo (1985); pero para su comprensión debemos conocer el devenir histórico que se vivía en aquellos años de una incipiente reparación institucional: La recuperación de la República Democrática.
Las continuas interrupciones institucionales eran una constante a lo largo de media centuria (1930, 1955, 1962, 1966, 1976), y la implementación de la violencia, como hecho político y respuesta política, una anormalidad normalmente implementada en prácticamente todos los gobiernos desde la década del treinta y, que con el correr de los años, se fue maximizando hasta grados inhumanos; ambos factores van a influir sobre las decisiones de los protagonistas a lo largo del desarrollo de la película.
Sería valioso para las generaciones más jóvenes, acostumbradas (afortunadamente) a la estabilidad institucional (aun con sus defectos), comprender el clima político y social en que crecieron sus padres y abuelos, asombrosamente normalizados a una cotidianeidad de violencia política que sería inusitada en nuestros días.
La película sale bien parada en mostrarnos la génesis y desarrollo del Juicio, deteniéndose en momentos claves como el conocido testimonio de Adriana Calvo de Laborde (Laura paredes).
Sin embargo, como puntos negativos podemos encontrar que quizás se quede corta en algunos tramos narrativos, a pesar de su duración (2h 20min) y ante el hecho de que no desarrolle ciertos puntos de la trama planteada, así como la falta de profundidad y tridimensionalidad en algunos personajes, como por ejemplo el equipo que asiste al fiscal. Quizá no hubiera estado mal dar mayor protagonismo a la cúpula militar enjuiciada para dar mayor dramatismo en el relato.
Aun así, la experiencia es disfrutable y es un buen ejercicio de memoria histórica reciente.
La importancia histórica del Juicio a las Juntas
Nunca antes se había enjuiciado a un Gobierno Militar por su accionar en la historia argentina. La respuesta por vía judicial desde 1985 fue un hito histórico centrado en el juicio a Las Juntas Militares; siendo un hecho soñado por muchos, deseado por varios, pero realizado por pocos; algo que la distancia de aquel acontecimiento en tales circunstancias no se puede ni se debe desasir, pero también nos sirve para comprender mejor ciertos hechos posteriores que hacen a nuestra historia. Lo cual no buscamos justificarlos ni criticarlos, ni siquiera describirlos; solamente mencionarlos: los indultos; tanto para las cúpulas militares, como para las cúpulas guerrilleras. La violencia no había desaparecido como respuesta política desde ninguno de estos dos sectores; hubo levantamientos militares y acciones terroristas durante los primeros gobiernos de la nueva democracia.
La República Argentina desde el 6 de junio de 1930 había sufrido continuamente la abrupta interrupción de facto por parte de las Fuerzas Armadas de su institucionalidad que se extendió a lo largo de un poco más de medio siglo (1930-1983), siendo implementada en cinco oportunidades (1930, 1943, 1955, 1966, 1976); mientras, en los intervalos de institucionalidad que se dieron durante los Golpes de Estado, los únicos gobiernos que tuvieron fuerzas para sostenerse sin la continua amenaza de sufrir la destitución abrupta fueron dos: el de Agustín P. Justo (1932-1938; gobierno viciado de fraude, proscripciones y persecución a opositores con agrupaciones civiles parapoliciales, policiales y militares; sufrió un levantamiento militar que pudo ser repelido en 1933) y el primero de Juan D. Perón (1946-1952; aunque sufrió un levantamiento por parte de militares que pudo ser repelido en 1951; pero también hubo persecución a opositores con agrupaciones civiles parapoliciales, policiales y militares), paradójicamente estos dos presidentes constitucionales eran hombres del Ejército Argentino y ambos habían sido partícipes importantísimos de los golpes anteriores a sus gobiernos; aunque debemos aclarar que Perón había participado en ambos Golpes de Estado y Justo había fallecido para cuando se realizó el de 1943, el segundo.
Cuando asumía la función Ejecutiva un hombre del ámbito civil no tenía sustentos de poder para llevar adelante las políticas que se pretendían implementar si no eran avaladas por las Fuerzas Armadas.
Ahora podemos imaginarnos que querer enjuiciar a los comandantes del último Golpe de Estado por sus crímenes, crímenes aberrantes, era una utopía, y pocos querían ser parte de la misma; por estos hechos o por el temor de que el corte judicial, aunque también histórico, se da hoy día todavía, se fijó para el 24 de marzo de 1976.
La violencia anterior ejercida desde los gobiernos peronistas de 1973-76 fueron, desde un punto de vista institucional, más nocivo, crímenes de lesa humanidad realizados durante períodos constitucionales que no han recibido la debida justicia y esta, la justicia, como la historia, como la política, han dividido en grupos de víctimas a que algunas tuvieran la oportunidad de recibir la debida reparación judicial en el correr de los años; mientras otras víctimas todavía están a la espera de la misma; la historia de a poco va dejando ese corte abrupto para realizar mayores investigaciones sobre esos crímenes sin justicia debida; crímenes de lesa humanidad realizados desde el Estado.
¿Si fue culpa del presidente Alfonsín? Posiblemente sea el mayor responsable de ello, pero a la vez, el de mayor justificación para hacer ese corte abrupto por el contexto en que debió administrar. Si había un factor de poder que había que socavar del ámbito de las decisiones políticas era al militar, no podía juzgar también al peronismo y tuvo que negociar con ese movimiento para tener cierta cuota de poder y sostener la institucionalidad.
Estamos comprendiendo que fue una utopía juzgarlos a los militares, hoy todavía resulta una utopía, un sueño, un deseo, que la justicia sea total, media justicia no es justicia, como media verdades no son verdades.
Pero no era tarea del primer gobierno democrático hacerla toda en tales circunstancias; es una tarea que bien se pudo realizar en los siguientes años, que se debió realizar en los siguientes años; estamos a la espera si de verdad pretendemos una justicia reparadora para el total de las víctimas del Terrorismo de Estado.
En definitiva, la UCR encabezada por Raúl Ricardo Alfonsín fue la única agrupación política en llevar adelante semejante proeza judicial en todo el mundo y en todos los años que tiene la humanidad ¿Nos vamos a detener en ello?
Por ejemplo, un solo ejemplo; Julio Troxler, uno de los pocos sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez en 1956, por ser solamente peronista, algo que estaba prohibido desde el Golpe de Estado de 1955, hecho que llevó a la investigación que tomó el formato de novela de no ficción en la pluma de Rodolfo Walsh: Operación Masacre, de 1957. Casi veinte años después, Julio Troxler fue secuestrado y fusilado en la vía pública en 1974; al poco tiempo, salió un comunicado de la Triple A que rezaba lo siguiente: “La lista sigue. Murió Troxler y el próximo, para rimar, será Sandler”.
Julio Troxler no recibió justicia por ninguno de estos hechos contra su vida desde el Estado, pero figura como víctima en la CONADEP.
Argentina, 1985 nos describe las vivencias de los principales hombres que realizaron una utopía, pero a casi cuarenta años de aquella utopía no podemos seguir aceptando ese corte abrupto, salvo que carezcamos de empatía para centenas de víctimas, seiscientas ochenta y cinco víctimas según figuran en los registros realizados por la CONADEP; que, con los testimonios recogidos por dicha comisión, se utilizaron como pruebas que permitieron juzgar, inculpar y condenar a los jefes militares que ordenaron y ejecutaron las acciones represivas pero no con los de los gobiernos anteriores.
Como ciudadanos debemos aspirar a su complementación por vía judicial y por la vía de la ciencia histórica y no la memoria; la memoria suele fallar y muchas veces es selectiva.
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La Crítica
A FAVOR
- Las actuaciones
EN CONTRA
- Poco desarrollo de los personajes secundarios
Desglose de revisión
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Reviviendo el Nunca Más